Estamos presenciando una tormenta perfecta de inseguridad, impunidad e incapacidad gubernamental.

DOS FENÓMENOS SE CONJUNTARON PARA GENERAR LA CRISIS DE INSEGURIDAD –un aumento documentado en la ya de por sí alta incidencia delictiva, así como varios episodios de violencia mayor en los estados de Guerrero y de México. Como resultado, la inseguridad nuevamente tiene un lugar prioritario en la agenda pública, muy a pesar del “momento mexicano” que el Presidente Enrique Peña Nieto se esforzó tanto en pintar.

Los datos de la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad Pública 2014 señalan que la mayoría de la población sigue siendo víctima de delitos del fuero común, como el robo, el asalto y la extorsión. También registra que el número de personas que son víctimas de distintos delitos ha crecido; la misma persona es atacada repetidamente en distintas ocasiones, en unas asaltada y en otras extorsionada, por dar un ejemplo. Finalmente, la ENVIPE indica que el porcentaje de delitos que no se denuncia es altísimo –nueve de cada diez– poniendo de manifiesto la escasa confianza de la ciudadanía en sus instituciones locales.

Por otro lado, los sucesos en Tlatlaya y Ayotzinapa abonan a la imagen de impunidad, atropellamiento de los derechos humanos y presencia de narco políticos en el país. La revista The Economist del 18 de Octubre cita a México como un caso de “crimen sin restricción”. El periódico The New York Times del 10 de Octubre nos clasifica como “narco política mortal”. El accionar del Ejército ante la población civil nuevamente está bajo la lupa. A los 43 normalistas desaparecidos se suman 28 cadáveres no identificados. El debate sobre las bondades de desaparecer las policías municipales está en boga. Con todo esto es indudable que continúan las crisis de inseguridad que hemos padecido ya por muchos años.

Por su parte, los actores políticos parecen estar reaccionando con poca responsabilidad política y mucha atención a los comicios del año entrante. El Presidente se ha visto obligado a salir en cadena nacional para expresar indignación, pero estamos aún por ver una acción contundente de su parte.

Los actores políticos parecen estar reaccionando con poca responsabilidad política y mucha atención a los comicios del año entrante.

El PAN promovió la remoción del Gobernador Ángel Aguirre y la desaparición de poderes en Guerrero abriendo la puerta a un camino peligroso para la descentralización política de la que tanto nos preciamos. Esta acción, para un partido federalista, es de por sí grave. Pero es más grave cuando recordamos que durante el sexenio de Felipe Calderón se presentaron episodios comparables, como el llamado michoacanazo o el asesinato del candidato tricolor a la gubernatura en Tamaulipas, y esta opción nunca fue puesta en la mesa por el blanquiazul. Más allá de eso, el PAN todavía queda por pronunciarse respecto a la guerra que Calderón inició y las lecciones que podemos poner en práctica durante la crisis actual.

El PRD fue titubeante en su empeño en cobijar al mandatario estatal de Guerrero porque no veían “una tendencia claramente definida” para pedir su salida. Por si esto fuera poco, este partido también pretende deslindarse del alcalde prófugo de Iguala, José Luis Abarca, cuando lo postuló como candidato y cuando han salido a la luz las advertencias que había respecto a los vínculos de Abarca con el narcotráfico.

Mientras tanto, en la agenda pública resucitan preguntas incómodas que venimos arrastrando desde la administración anterior y que siguen sin tener respuesta: ¿Cuál es la estrategia de combate al narcotráfico y al crimen organizado? ¿Debe cambiarse esta estrategia? Así mismo, se cuestiona, tal vez con más dureza que antes, el modelo federalista de nuestro país. ¿Deben existir las policías municipales? ¿A quién le toca encargarse de qué? Y, más importante, ¿tienen los distintos niveles de gobierno la capacidad institucional, presupuestal y de capital humano para enfrentar la crisis que estamos viviendo desde hace varios años? Es imperativo tomar estas interrogantes desde una perspectiva de visión de país y no sólo para librar los comicios del 2015 o del 2018.

Artículo originalmente publicado en Animal Político.
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