Es un secreto a voces la profunda crisis que vive el sistema penitenciario en nuestro país. Considero que de muy poco servirá la tan sonada reforma de 2008 al sistema de justicia penal si no va de la mano con un cambio a fondo del  esquema carcelario. Podemos ubicar como los problemas mas evidentes al interior de los penales, el hacinamiento que según datos de JURIMETRIA A.C., 3 de cada 4 reclusos en México subsisten en pésimas condiciones, es decir el 74% de la población penitenciaria.

Amnistía Internacional en su informe 2014/2015, La Situación de los Derechos Humanos en el Mundo, en la perspectiva del continente americano define a las cárceles latinoamericanas como lugares terroríficos en los que el cumplimiento de la condena equivalía a una lucha por la supervivencia. La existencia de grupos de autogobierno dentro de las penitenciarias ha venido a mermar el poder de las autoridades legalmente establecidas. Estos grupúsculos son los encargados de corromper para poder obtener ganancias significativas por la venta de droga y armas en las cárceles. También son los que dispensan privilegios entre los internos; todo a cambio de remuneraciones pecuniarias. Otro de los problemas que afectan en sobremanera al actual modelo es la falta de orden y disciplina. Hoy en día un reo puede librarse, a través del pago de cuotas, de las tareas más elementales. También se ha hecho del dominio público, por varios medios de comunicación, las innumerables fugas de reos, llegando al extremo de penales que llegan a funcionar como auténticos albergues de sicarios que entran y salen a placer del penal para poder delinquir.

Quiero señalar como problema de fondo las penas corporales casi perpetuas que contemplan las distintas legislaciones penales sustantivas de las entidades federativas. Es inhumano por donde se vea el hecho de confinar a una persona durante décadas privándola de toda oportunidad de reinsertarse a la sociedad y poder ser útil a ella. La autora argentina Hilda Marchiori en su obra Psicología Criminal, afirma que el delincuente es un individuo enfermo, cuyas conductas agresivas son la expresión de su psicopatología particular. La maestra Marchiori comenta que la conducta delictiva está motivada especialmente por las innumerables frustraciones a sus necesidades internas y externas que debió soportar el individuo tales como la carencia de afecto. Es por ello que el modelo penitenciario debe estar encaminado a tratar de forma integral estos padecimientos de tipo psíquico y emocional bajo un esquema de comprensión, apoyo y disciplina, para lo cual propongo 5 puntos que pudieran ayudar de algún modo a cambiar el modelo penitenciario actual:

1.- Reducción al mínimo de las penas corporales. Que fueran máximo 10 años los que un preso pueda estar en la cárcel, incluso hasta por las conductas que pudieran parecer más aberrantes, y así para las conductas menos graves en forma decreciente. El actual sistema de penas es violatoria de por lo menos 4 de los 6 principios que consagra el artículo 5º del Pacto de San José, relativo al Derecho a la Integridad Personal.

2.- El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en su numeral 10 es claro en señalar que toda persona privada de su libertad será tratada humanamente y con el respeto debido a la integridad y a la dignidad inherente al ser humano.  Es por eso que si bien el tiempo en prisión sería más breve, este tiempo de reclusión tendría que ser en medio de un ambiente de estricta disciplina, donde el condenado se viera obligado a obedecer y respetar un plan diseñado para que el interno pueda desarrollarse íntegramente como ser humano. Es fundamental que el reo tenga que observar estrictos horarios en una serie de actividades que puedan ir modificando gradualmente su esquema de conducta y así incidir de manera profunda en el reajuste bio, psíquico y emocional que tuviera que vivir un delincuente para poder readaptarse, tomando en cuenta los conceptos previamente expresados por la Psicóloga criminal Hilda Marchiori. El interno es quien debe hacerse responsable de su propia recuperación y debe contar con tiempo adecuado para que de manera obligatoria en una jornada de 24 horas tenga la oportunidad de estudiar, trabajar, comer, ejercitarse, recibir tratamientos de salud física y mental, así como terapias permanentes sobre alcoholismo y drogadicción, si es que fueran necesarias y por supuesto tiempo para dormir y descansar. Todo esto claro está en armonía y respeto de los señalados en las reglas mínimas para el tratamiento de reclusos de la ONU.

3.- Erradicar a los grupos de autopoder. Se tiene que eliminar cualquier manifestación de autogobierno o de jerarquías de un reo sobre otro. Todo el personal penitenciario debería estar plenamente capacitado y certificado en distintas áreas del conocimiento, como la medicina, la psiquiatría, la psicología, el derecho, victimología, criminología, sociología, etc. Pero principalmente los celadores y custodios quienes son los que tienen un contacto diario y directo con el reo.

4.- Evitar a toda costa el tráfico y venta de alcohol y drogas. Al interior de las cárceles en México. Es muy peligrosa la vía que han elegido las autoridades en muchos penales de controlar la venta y el consumo de estupefacientes. El reo debe tener derecho a un ambiente libre de sustancias tóxicas y si ya presenta, al momento de cumplir su condena con algún problema de dependencia al alcohol o a cualquier sustancia adictiva, el Estado debe garantizar el acceso a una terapia integral y adecuada para dichas enfermedades. Y no tratar al consumo de una droga como un problema en sí, sino como un síntoma más de un problema de salud física y mental más complejo como lo ha manifestado en reiteradas ocasiones la Organización Mundial de la Salud.

5.- Humanizar a los operadores del sistema, a través de una amplia e intensa capacitación en Derechos Humanos y Tratados Internacionales relativos al tema. Tenemos que hacer conciencia que cualquier ser humano puede ser víctima de un desorden psíquico y/o emocional que lo lleve a delinquir y que existe un deber moral de tratar a nuestros semejantes, aunque sean delincuentes, como nos gustaría que nos trataran a nosotros en una adversidad de este tipo.

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