Todavía recuerdo esa tarde. Mis pasos eran inseguros, me encontraba nerviosa y sentía mi corazón vibrar; era entusiasmo, pero a la vez miedo, pues ese día sería mi primera mediación formal en la pequeña oficina que habíamos abierto, para el servicio de los ciudadanos del Estado de Nuevo León. Algunos de mis pensamientos en el camino, eran repasar todos los principios que tenía que cumplir con vehemencia… la voluntariedad, flexibilidad, imparcialidad, legalidad, etc. Actuar en consecuencia como mediadora ante dos personas que estaba por conocer y que se encontraban muy seguramente sensibles y afligidas por el conflicto que estaban padeciendo, y que urgentemente me narraron de manera breve por teléfono un día anterior. Sentía realmente pánico ante la idea de que no tomaran en serio mi profesión de mediadora, y peor aún, que salieran de ahí arrepentidos por su decisión de optar y confiar la solución de su conflicto en un mecanismo alternativo; que quizás pudieran salir con la idea de que habían perdido su tiempo con la mediación ––frases que se escuchaban asiduamente entre los abogados que en ese tiempo aún no estaban cien por ciento convencidos de estos procesos––.
Comento que hoy es un poco diferente. Ahora los MASC (Mecanismos Alternativos para la Solución de Controversias), se deben prever en todas las leyes como lo menciona el artículo 17 Constitucional, siendo una razón más para que todos los operadores de la justicia, ineludiblemente conozcan y desempeñen a cabalidad dichos mecanismos, para hacer valer en las personas el derecho fundamental de justicia.
Volviendo a mi primera experiencia como mediadora, les comentaba que, definitivamente, ese momento iba ser crucial para mí. La mediación dejaba de ser ensayos solamente, y les confieso, que abruptamente me di cuenta de la gran responsabilidad que conlleva la certificación para ejercer la mediación y conciliación.
Por fin, llegué a mi oficina y logré relajarme un poco. Lo primero que hice al saludarlos, fue mirarlos profundamente a los ojos para agradecerles con mi pensamiento y con el corazón, el que hayan sido los primeros grandes seres humanos que me permitieron guiarlos en un proceso de mediación. Dos personas totalmente conmocionadas pero inteligentes, que confiaron en las ventajas que ofrece este maravilloso mecanismo para solucionar conflictos. No sólo se dieron la oportunidad de ahorrarse tiempo, dinero, desgaste físico y emocional, al no optar presurosamente realizar un proceso judicial para resolver sus diferencias; lograron también, transformar su conflicto en una verdadera oportunidad de desarrollo humano para los dos. Se lograron escuchar, validar, quitarse posiciones muy arraigadas, entendieron el beneficio de conocer las necesidades reales de ambos, y así, hasta el día de hoy, aunque se encuentren separados físicamente, han podido mantener una relación firme de respeto mutuo como seres individuales, como padres y por amor a sus hijos.
Al finalizar la mediación, por primera vez entendí categóricamente, porqué de ese espacio mágico, privado, de cuatro paredes, confidencial, libre de enjuiciamientos, acusaciones y de contaminación auditiva, blindado para garantizar y proteger los derechos humanos de todos los presentes del proceso. ¡Lo celebré tanto!, pues permite a los mediados que se sientan seguros y confiados de dialogar, expresando sus emociones; logran muchas veces ser genuinos y hablar con la verdad, permitiéndose llegar a un acuerdo, ya sea escrito o verbal conforme a sus necesidades.
Sobre el convenio, ahora lo entiendo mejor. Lo importante de un convenio es la voluntad y el convencimiento de cumplirlo, pues reflexionemos, ¿qué imperiosa necesidad tendríamos de obtener un convenio legalmente escrito, si tenemos la sospecha que no será cumplido? Sería una sentencia más incumplida. Prefiero una palabra empeñada, comprometida y convencida de cumplirla; eso sí soluciona o previene el conflicto y trae paz a la sociedad ––objetivo primordial de los MASC––; un cambio concreto de hacer las cosas diferentes a las de un proceso judicial, ya que hemos visto que las confrontaciones en los juicios, hacen más fuerte la impaciencia, el ataque y la defensa de las personas, sin llegar a solucionar nada. Al contrario, las relaciones y comunicaciones se tensan haciendo más grande la situación en conflicto, haciendo imposible un buen acuerdo donde todos salgan beneficiados, incluyendo la sociedad.
En la mediación nunca hay fracasos; con el dialogo asertivo las personas se sienten escuchadas, validadas, respetadas. Aunque no se llegase a un convenio, se derivan vastas enseñanzas, experiencias y reflexiones para todos. Nunca olvidaré que mis primeros mediados, con su voluntad hicieron ese día un día maravilloso. Salí como un globo inflado, pero no de orgullo personal, pues no somos protagonistas del proceso ni mucho menos somos héroes que salvamos situaciones en conflicto; no contribuimos en opciones para solucionar el conflicto, solo somos un puente de comunicación entre los mediados; pero sí, esa tarde salí llena de orgullo del género humano y también de alegría, porque me hicieron ratificar el amor a estos procesos de paz, y como me dijo mi hermana cuando le conté a grandes rasgos y respetando el principio de confidencialidad, tan grata experiencia: «ya casi te veo queriéndoles dar un beso cuando se marcharon». Sé que no lo puedo hacer, pero si tendré un agradecimiento eterno hacia ellos, y estoy segura que ellos hacia este proceso tan humano. Con certeza les digo que nunca los olvidaré, y menos nuestra despedida; nos sentíamos muy bien, y con el lenguaje corporal nos agradecimos, mutuamente, haber sido parte de esta plena experiencia humana. Por mi parte me ayudaron a quitarme el miedo a tener la certeza, que, con la voluntad de los mediados y su participación comprometida, se visualiza tarde o temprano la capacidad de solucionar por ellos mismos los conflictos que se les van presentando. Confirmo mi creencia firmemente, de que los seres humanos si podemos enfrentar los retos del dialogo asertivo y la escucha activa, aún y sucedan en el proceso, momentos de comportamientos volubles en los mediados, quizás con posiciones muy firmes de deseos desatinados, pero muchas veces previstos; no hay que olvidar que estamos en una sociedad acostumbrada a la competencia de ganar, aún y se tenga que recurrir a formas ilógicas para vencer al “opositor”; en esos casos inmediatamente te tienes que conducir como un agente de la realidad, sin desfallecer en el objetivo del proceso, y si crees que tienes que volver a empezar, hacerlo sin temor; quizás te toque presenciar, cómo los mediados empiezan a dialogar solos y tú te sientes invisible, ¡no importa, esta situación es de triunfo para ellos! Ya se lograron conectar y se están mirando a los ojos, algo que era imposible que sucediera según sus mismas palabras al inicio del proceso. ¡Maravilloso!
Amigos, concluyo: sí se puede tener una cultura de paz, de respeto a los derechos humanos y dialogo en la resolución de conflictos. Somos seres humanos con errores, pero con excelente capacidad para enfrentar desafíos y hacer nosotros mismos una justicia con mucha empatía, y por consecuencia, eficaz para los conflictos cotidianos; siempre sensible a las necesidades de uno y del otro, con solidaridad, madurez y responsabilidad ante los conflictos. Sí tenemos la valentía de dejar asomar un perdón y hablar por uno mismo; solo así alcanzaremos la paz y el bien común que nos merecemos todos, y sobre todo, las futuras generaciones que nos agradecerán el haberles enseñado la manera más eficaz y bondadosa de prevenir, enfrentar y resolver conflictos. Por mi parte, seguiré comprometida en la lucha de difusión y capacitación para el uso de los MASC. Deseo fielmente que se conviertan en los métodos tradicionales y naturales de resolver las controversias en nuestro País que tanto amo.