“Psicólogos sociales y oficiales de policía tienden a coincidir en que si una ventana de un edificio está rota y se deja sin reparar, el resto de las ventanas serán rotas pronto”

James Q. Wilson y George L. Kelling

El pasado 2 de Marzo de 2012 falleció el reconocido experto norteamericano en políticas públicas James Q. Wilson, quien entre otras de sus múltiples aportaciones a esta disciplina de estudios que tanto impacta en la vida cotidiana de los ciudadanos, nos dejó en coautoría el no menos influyente ensayo denominado “Ventanas rotas: la policía y la seguridad de las colonias.”

La idea central es que a mediados de la década de los 70, el estado de New Jersey impulsó una política que estimulaba que los policías dejaran a un lado las patrullas y llevaran a cabo rondines a pie por las calles de veintiocho ciudades de esa entidad. Se pretendía disminuir el impacto de la delincuencia en estos barrios.
Muchos expertos e incluso altos oficiales de la policía, en su momento se mostraron escépticos de que esto fuera a suceder. Después de 5 años y una evaluación del programa, para nadie resultó sorpresivo que, efectivamente, la medida no hubiera disminuido significativamente la tasa de actos delictivos.
Sin embargo, encontraron contradictorio que los ciudadanos percibieran al programa como favorable y mostraran sentirse mucho más seguros a pesar de que la evidencia delictiva señalaba lo contrario. Una respuesta que dan ambos autores, es que la policía a pie logró alcanzar una cercanía e identificación con los residentes de las colonias tal, que modificó favorablemente su percepción de que el orden se había establecido en las calles y en su vecindario.

Deberíamos aprovechar esta experiencia sobre todo porque en los últimos dos años, en nuestro país hemos vivido demasiados episodios de violencia urbana y callejera que abonan a la idea de que el gobierno ha perdido el control de las calles causando con ello zozobra y desconfianza en los ciudadanos. Sin embargo, es aún más preocupante que muchas de esas organizaciones radicales cuentan no solamente con un fértil campo para llevar a cabo sus actividades, sino que además cuentan con los recursos financieros y logísticos para hacerlos.

Un ejemplo: desde hace 14 años la UNAM ha permitido que delincuentes autodenominados anarquistas despojaran a la Facultad de Filosofía y Letras del auditorio Justo Sierra rebautizado por estos fanáticos de la violencia como “Che” Guevara.
Permanentemente hemos visto las imágenes televisivas que, en tiempos de la globalización, le dan la vuelta al mundo en horas exhibiendo a todo México, como si sucediera en todo el país, como un campo de batalla violento e incapaz de alcanzar el orden en sus calles.
De las instalaciones de la UNAM no solamente salieron algunos de los responsables de los hechos ocurridos en la toma de posesión del Presidente de la República el pasado 1 de diciembre de 2012, sino también del cierre frecuente de vialidades importantísimas en la ciudad de México como la Avenida Insurgentes, además del incendio de las instalaciones del Metrobús en la estación Ciudad Universitaria casi enfrente de la Rectoría o de la puerta Mariana del Palacio Nacional, entre otras.
En la última incursión de un elemento y recalco, un elemento de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, acompañado por personal de la propia universidad y del ministerio público y donde se lesionó de bala en la pierna a una persona, las últimas noticias nos indican que dicho sujeto, quien en su momento declaró ser parte de la comunidad universitaria, no es ni alumno ni maestro sino que es un integrante con antecedentes penales del grupo anarquista que despojó a esa institución del referido auditorio Justo Sierra.
De la UNAM sólo escuchamos por parte de su Rector el Dr. José Narro palabras de reproche a quienes ejercen la función de autoridad. Al respecto el 16 de noviembre declaró: “Asimismo, quiero pronunciarme en torno a la autonomía de nuestra institución. Al respecto, quiero ser claro y contundente. No es deseable la presencia de la fuerza pública en nuestras instalaciones. No forma parte de nuestra normalidad. Recibo con satisfacción el pronunciamiento de las autoridades del gobierno del Distrito Federal y les pido, respetuosa pero puntualmente, que no se repitan hechos como los registrados ayer en Ciudad Universitaria.”

La investigación de los delitos no forma parte de la normalidad universitaria, a pesar de que ya son 14 años de que un grupo delincuencial tiene tomado un auditorio. De ahí que no nos deberíamos sorprender si en la próxima ocasión vuelven a aparecer estos grupos violentos que gozan de albergue gratuito en un espacio universitario dedicado a la venta de drogas y a la violencia urbana.

Deberíamos entonces exigirles a las autoridades combatir a la impunidad porque de lo contrario va a favorecer que los delitos se continúen registrando y que los violentos se apoderen de nuestras calles. Esa no es la normalidad a la que deberíamos aspirar los mexicanos. Tampoco nos deberíamos acostumbrar a ella, recuerda: una ventana rota que no es reparada, seguramente alentará a algunos a romper otras más.

La versión en español del ensayo de Wilson y Kelling la encuentras aquí http://tinyurl.com/ventanasrotas

 

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Víctor Manuel Vallejo Cruz

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